02 marzo, 2012

Atento.

 En fin. Que quién me dice a mí que mañana voy a estar aquí sentada, viendo cómo tus ojos se marchitan, en vez de envuelta en una sábana de hospital. 
 Exacto. ¿Estaré aquí mañana? ¿Estaré viva mañana? ¿Quién morirá durante este día tan largo? La verdad, eso a poca gente le importa. Quién vive y quién muere es algo que los católicos ordenan a Dios que decida; algo que pocas personas creen que pueden decidir. La verdad, no los culpo. El mundo está lleno de chusma, de gente sin escrúpulos que sacrificaría a su propio hijo por conseguir la salvación, de personas analfabetas que se tragan todo lo que los trajeados les cuentan, de idiotas que se juegan la vida con cada gramo de cocaína y con cada botella de vodka. 
 ¿Quién soy yo para juzgar, verdad? Bueno, no soy juez, ni soy alguien con una gran relevancia en el mundo. Sólo soy una persona más; una persona que está cansada de ver cómo el mundo, cómo las personas, se está dañando a sí mismo. Alguien que está cansado de intentar olvidar cosas horribles.
 Morid aquellos que lo deseéis, pero no malgastéis vuestro tiempo llamando la atención de los que deseamos continuar, con o sin vosotros.
                     Carpe diem, ¿no? 



 
 

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