21 febrero, 2012

Thank you, little bitch!

¿Acaso piensas que puedes alcanzarme? Estás perdido, chico. No sabes con quién estás tratando. No, no voy a contarte mi historia, de eso se encargarán mis pequeños. Comencemos, cielo. 

08 febrero, 2012

Quinn.

Uno: Betty.


  -No, por favor. No.


  Se le pasaban por la cabeza muchas cosas mientras observaba el cuerpo suplicante de aquella pobre chica que había tenido la mala suerte de toparse con ella esa noche.
  Por ejemplo, pensó en cómo había llegado a esta situación. No porque le molestara, al contrario. Le encantaba sentir el poder, la responsabilidad, de saber que la vida de una persona -si es que merecía ser llamada así- dependía de ella.
  Pero inevitablemente siempre acababa reviviendo en tercera persona aquel día. Aquel maldito día, cuando ese  tipo mugriento y sus "sicarios" habían destrozado el cráneo de su padre con un bate de béisbol. Ella, escondida en el armario de la despensa, lo había visto todo con creciente temor: su padre tirado sin vida en la moqueta llena de sangre mientras su madre pronunciaba gritos aterradores, desgarrados, causados por esos hombres que no hacían más que mancillarla una y otra vez. Ella pudo ver una última mirada de su madre cuando ésta llevó la vista disimuladamente hacia la despensa. También vio su último "te quiero" antes de que el animal que la torturaba clavase su cuchillo en el pecho de su madre, de la mujer que ella más quería en el mundo.
  A partir de ese momento, ella dejó atrás su infancia, su inocencia, y se convirtió en lo que era hoy en día: una "mala persona", como diría su madre.
  Pero su madre estaba muerta, no volvería jamás. Tan muerta como iba a estarlo la chica que tenía delante.
  Dios, cómo le gustaba aquello.
  Extrajo de su bolsa negra un cuchillo fino, parecido a un bisturí, y poco a poco se acercó a la camilla de metal donde había tumbado a la chica, que ahora se encontraba en su escasa ropa interior y con el maquillaje corrido a causa de las lágrimas.
  Disfrutando del momento, comenzó a pasearse en círculos alrededor de la pobre muchacha, con el dedo índice posándose en la punta afilada del cuchillo al tiempo que tarareaba  una melodía inventada por ella misma.


  - ¿Por qué haces esto? -La chica lloraba. Olía a sudor y a miedo.
  - La pregunta es... ¿Por qué no lo haces tú? O, bueno, por qué no lo hiciste cuando tuviste la oportunidad de vivir y hacerlo.
  - ¿Vas a matarme? -La joven, morena y estúpida, abrió tanto los ojos que daba la sensación de que iban a explotar.
  - Si a estas alturas todavía no sabes eso es que eres más idiota de lo que pensaba. -La chica rompió de nuevo en llanto.- ¡Pero no llores! Todavía no voy a matarte. Antes quiero conocerte. Y que me conozcas, por supuesto. -Ella sonrió. Una sonrisa perfecta, bonita, pero teñida de crueldad y sadismo.
  - ¿Quién eres?
  - No, no, no. Las preguntas las hago yo, ¿de acuerdo? -La muchacha no respondía, sólo lloraba lastimeramente. Ella se cansó de esperar y colocó la hoja en la garganta de la joven.- ¿Está de acuerdo, querida? Las preguntas las hago yo, ¿no? -Siempre con una sonrisa en la cara, se sintió mejor cuando la joven asintió.- Bien, empecemos por lo básico: ¿tu nombre?
  - Bethany.
  - Bethany suena a nombre de abuelita, así que te llamaré Betty. Bien, Betty, cuéntame, ¿cuánto años tienes?
  - Viente. Joder, soy muy joven, ¡no puedes matarme!
  - ¡Eh! ¿Quién ha dicho que puedes hablar más de lo que te he preguntado? A callar, niña tonta. -Recuperó la sonrisa.- Bien, ¿por dónde íbamos? Ah sí, me estabas contando qué tal te llevas con tus padres. ¿Crees que ellos se pondrán tristes si mueres? -Preguntó haciendo pucheros.
  - Mis padres me quieren. Ellos... Ellos no podrían vivir sin mí. Y se pondrán tristes. -Betty emprendió de nuevo su llanto.- No me mates, por favor... Les quiero.
  - ¿Sabes una cosa, Betty? Voy a contarte mi historia para que tengas por lo menos una amiga antes de morir. -Sonrió. Después de todo, le estaba haciendo un favor.- Verás, cuando yo tenía sólo ocho años, entraron a mi casa unos señores muy malos que mataron a mi padre y violaron a mi madre antes de acabar con su vida. Yo conseguí sobrevivir gracias a mi padre, que me escondió en el armario. Por desgracia lo vi todo, y desde entonces tengo ganas de matar. -Profirió una risita infantil, pero que aun así confirió miedo a la joven muchacha de tez morena.- Pienso que la vieja bruja del Orfanato podría haberse ahorrado eso de las visitas de futuros padres en busca de niñitas que criar. -Se encogió de hombros.- Menos mal que me escapé de ahí con quince años.
  - ¿Por qué quieres matarme? -Suplicó la chica, Betty.
  - No me interrumpas -ella clavó su cuchillo en la mano derecha de la chica. Así aprendería a no desobedecerla. Escuchó con ganas el grito de la joven, al que siguieron más lágrimas y un creciente charco de sangre en el suelo y la mesita metálica en la que había postrado a Betty-. Continuando con la historia, con quince años me escapé de aquel infierno y conocí a alguien. Un chico, Harvey, muy guapo. Creo que estuve saliendo con él unos meses; pero me dejó por una tal... ¿Jessica? ¿O era Jennifer? Da igual. La cuestión es que Harvey fue mi primer amor y mi primer cadáver. ¿No es bonito? -Lanzó a Betty una mirada con brillo casi romántico, pero había algo en esos ojos que haría estremecerse hasta al mismísimo Diablo.- Claro que fue algo muy sucio, aquel asunto. Demasiada sangre, ya sabes. -De nuevo, miró a Betty y le sonrió.- Tranquila, tú no ensuciarás tanto, he aprendido con los años, ¿sabes? -Otra risita.- Volvamos a Harvey. ¿Quieres saber qué le hice? -La pobre Betty tan sólo asintió, temerosa de la reacción que una negativa pudiese crear en su secuestradora.- ¡Bien! Me gustas, Betty. Si yo no fuera así y tú no estuvieses ahí tirada como un animal, podríamos llegado a ser amigas. -Sonrió.- Oh, lo siento. Me estoy desviando del tema; querías saber cómo acabé con mi querido Harvey. Verás, bonita Betty, lo que hice al principio fue exactamente esto: con este mismo cuchillo, fui haciéndole cortes. Así -decía mientras hundía la hoja fría en el abdomen de la muchacha. Se detuvo un momento para deleitarse con los aullidos de la chica-; luego subí un poco más, hasta el cuello, y le hice una pequeña incisión en este hueco en la garganta. Justo aquí -hincó el cuchillo, Betty llenaba la sala con terribles gritos de dolor y miedo; sabía que iba a morir, que su hora había llegado, pero no quería que esa psicópata acabase con ella. No quería irse de este mundo- y entonces llegué a su cara, a su preciosa y perfecta cara y... La estropeé.


  De pronto, ella pudo ver cómo Betty notaba el acero enterrándose en su mejilla, lacerando la carne. Pudo regocijarse en los chillidos de dolor de Betty. Pudo recrearse en el miedo de Betty, que emanaba de todos los poros de su piel, y en el color escarlata de su sangre, que adornaba la bonita cara que tenía la jovencita Betty.
  Cuando hubo terminado con la pobre chica, se quedó a contemplar su obra unos minutos antes de recogerlo todo. Un auténtico espectáculo de sangre. Sonrió como sólo ella sabía hacerlo: tan perfecta que cualquier persona diría que era de extrema felicidad, pero que haría que quién la conociese de verdad estuviese aterrado. 
  El monstruo había despertado de su letargo.


  - En breves va a haber una epidemia de muertes, Betty, agradéceme no haberte dejado ver el programa. -Dio media vuelta y, antes de irse, miró al cuerpo fláccido y sin vida de Betty.- Por cierto, me llamo Quinn, tengo 22 años y acabo de matarte.

03 febrero, 2012

Vive hoy.







Escapar. Saber que corres libre por un lugar donde nadie va a encontrarte.
 Anhelos fáciles de pensamiento, ¿no crees? Es tan fácil dejar de ser tú, dejarte llevar por las personas que crees indicadas. No te das cuenta de que nadie es la persona para guiarte. Eres único, especial y un terriblemente solo ser humano. 
¿Quién crees que reparará en ti si ni siquiera tú crees que puedes conseguir lo que desees?
 Sería tan acogedor dejarse llevar, ser controlado... 
  No.
 Corre, salta, baila, vuela, canta, grita, besa, llora, ama. Pero no huyas, no escapes. No te conviertas en una sombra de lo que realmente podrías ser. 
Quién sabe si podrás ser tú mismo mañana. 

01 febrero, 2012

Jack el Destripador.





 Tú que pides espacio, pero que a la vez reclamas atención. Tú que aseguras que no te gusta ser el centro de atención, pero en realidad lo deseas con todas tus fuerzas. Deseas que alguien te mire y sonría porque tú también le estabas mirando. Anhelas entrar en escena y que los presentes se embelesen mirándote a la vez que contoneas tus caderas para que cualquier tipo, borracho o señor, te observe y ahogue sus penas en un vaso de ron, por no tenerte, por no poseerte. 
 Me das pena, pequeña chiquilla. Con tus aires de grandeza y anhelos de súper-estrella. No eres consciente del peligro que corres cuando provocas a quien no debes. Cualquier noche, bien podría ser esta misma, saldrás, como siempre, con los súbditos a los que llamas "amigos", entraréis en un tugurio de mala muerte y te invitarán a copas y a bailar; como siempre, aceptarás. Cuando estés cansada, te irás, como haces siempre. Pero esta noche no es igual, no has bailado con la misma clase de hombres, no. Esta noche has bailado con alguien que de verdad se ha fijado en ti, te has contoneado junto a la persona equivocada. 
 Esta noche, pequeña belleza, has conocido, sin saberlo, a Jack el Destripador
 Tranquila, no sufras, él no va a abandonarte como todos los demás con los que lo has intentado. Va a seguirte y a asegurarse de que estés bien. Y cuando se dé cuenta de la clase de chica que eres, reaccionará. ¿Quieres saber cómo? Muy fácil, preciosa, el Destripador te acorralará, te dejará indefensa y, finalmente, separará cada una de las partes de tu joven y bello cuerpo para quedárselas y no tener que echarte nunca de menos. Jack el Destripador te honrará todas las noches, besando tu linda cabeza, que pondrá sobre un altar en un cuarto alumbrado con velas. El Destripador acariciará tus manos, colocadas en su salón, mientras mira sin ver la televisión junto a tu torso desnudo. Jack te repondrá por las noches, sobre su cama, para hacerte algo que quisiste demasiado en vida. Ese chico que encontraste inofensivo al principio, besará tus labios y observará tus ojos carentes de vida sobre su almohada cada noche antes de dormir y cada mañana al despertar. El pobre Jack acariciará tus mejillas pálidas y frías mientras, en su mundo de fantasía, sueña que le correspondes. 
Jack el Destripador te ama, pequeña, te adora.
Así que no lo dudes, preciosa, vigila tus espaldas, escóndete tras tus súbditos, piensa a quién estás seduciendo, porque el mundo está lleno de tipos como nuestro querido Jack.